Luna Azul

La atmósfera dispersa más intensamente las longitudes de onda corta de la luz visible (colores fríos: violetas, azules) que las longitudes de onda larga (colores cálidos: naranjas, rojos). A partir de cierto ángulo de elevación (cuando el objeto está alto sobre el horizonte), el desigual grado de dispersión de los colores es poco evidente puesto que el espesor de la atmósfera que atraviesan los rayos de luz es menor. Sin embargo, cuando el objeto está en las proximidades del horizonte, dicho espesor es varias veces mayor que el de la dirección vertical (cenit). Además, la atmósfera tiene su mayor densidad en las capas más bajas, cercanas a la superficie terrestre, y aquí el efecto de la dispersión atmosférica es mayor, siendo los colores amarillos, naranjas y rojizos los menos afectados por la dispersión, luego, son que mejor atraviesan la atmósfera y captan nuestros ojos.

El motivo de por qué vemos el cielo de color azul queda implícito en la explicación anterior. La luz blanca está compuesta por muchos colores, pero la atmósfera dispersa más el azul que el rojo, lo que quiere decir que mientras la luz azul es absorbida por las moléculas de gas y emitida a su vez en cualquier dirección, la luz roja atraviesa las moléculas sin a penas encontrar obstáculos en su camino. En otras palabras y a modo de ejemplo para que se entienda, la atmósfera actúa de pantalla para el color azul, pero es transparente para el rojo, y por eso vemos el cielo azul.

Cualquier fuente de luz blanca que atraviese la atmósfera se va a ver enrojecida al quitarle ésta parte de su color azul. Y esto es lo que le pasa a la Luna y al Sol en las proximidades del horizonte.